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XXVIII Pregón. Doña Rocío Sánchez Barragán


Turno para la segunda pregonera en la historia de nuestro Pregón rociero, aunque ella ya pronunciase parte del Pregón de su padre, Francisco Sánchez Cabrera de la Aurora, en el vigésimo quinto aniversario de la fundación de la Hermandad. Me estoy refiriendo a Doña Rocío Sánchez Barragán, hermana de nuestra Hermandad de Los Palacios y persona con sangre rociera en las venas.


El marco para las imágenes de su Pregón fue el Teatro Municipal. En aquella mañana del 9 de Mayo de 2.004 -tan sólo unas horas después del Pregón romero en honor a San Isidro Labrador que había sido pronunciado por nuestro querido Antonio Manuel Romero Triguero-, la pregonera escuchó las palabras de presentación de su hermano, D. Francisco Sánchez Barragán, nuestro Paquito Cabrera, quien revelaría el nivel académico de Rocío, de quien no dudó en decir que “era licenciada -con nota, diría yo- en arte, gracia, simpatía, revuelo, cante, baile... por la Universidad Rociera y Flamenca de la vida”. El presentador halagó la fortaleza de su hermana, incluso en los momentos más difíciles de la vida, como cuando se pierde a un ser querido, un padre en este caso:


“Siempre tendré en la memoria cuando nuestra pregonera de hoy, fuerte y valiente en difíciles momentos, tras mi venida de tierras lejanas, porque para mí todo es lejano cuando pierdo nuestra torre de vista, entré por la gran cancela que daba paso a un patio de ensueño, me abrazó fuertemente y, cogidos de la mano, una vez más, me llevó justo delante del cuerpo dormido de Paco Cabrera de la Aurora, nuestro padre. Eran las primeras horas del día 5 de Octubre de 1.990. –No pasa nada- le dije. -¿No ves que duerme? Verás como esta tarde, después de visitar a la Santísima Virgen de las Nieves, partirá ya en su viaje eterno hacia las benditas Marismas del Cielo para encontrarse con su pasión, la Blanca Paloma, que le espera con sus alas blancas al viento, y allí permanecerá por los siglos de los siglos...”. Nuestra pregonera, puro nervio, pura gracia y sal de la gorda, hizo valer el refrán de “A tal palo, tal astilla”, pues tiene a quien salir. Nos habló de su camino, de su Hermandad, de su pueblo y sus gentes, y resaltó en numerosos párrafos a su Blanca Paloma del alma: “...Una Paloma Blanca vendrá hasta nosotros para abrasarnos con el fuego más sublime, las llamas de un amor verdadero. Ya no quedan más lágrimas en los ojos, no hay fuerza en la voz ni en la garganta, pero aun así seguimos rezando y suplicando...


Hermanos rocieros, es hora de abrazar con la fuerza de la devoción el Simpecado y decirle a la Virgen del Rocío con nuestra presencia las mismas palabras que pronunciase su hijo estando clavado en el madero de su muerte y nuestra salvación: ´Madre, aquí tienes a tus hijos´. Hermanos rocieros, ¡ahí tenéis a Vuestra Madre!:


Mi alma se desespera, te quiero tener frente a frente, anhelo que tú te acerques porque mi corazón no tiene espera. Miro a mi Simpecao, es mi pueblo quien se acerca y hace de él su bandera para estar siempre a tu lao. Es cuando el llanto de mí se hace dueño, es cuando busco tu mirada, es cuando más bella te veo la cara, es cuando es verdad y parece un sueño. Te espero con desespero, el alma se me congela, y comienza el escalofrío porque quiero gritar y no puedo ¡Viva la Virgen del Rocío! Qué cerquita ya te tengo, qué guapa en tu trono de plata, qué Reina... qué Señora... quisiera gritar a los cielos, aunque quiero y no puedo ¡Viva la Blanca Paloma! Ya estás aquí, Madre mía, bendita sea la hora, es amor infinito y no terciopelo lo que en mi Simpecao aflora, y quiero volver a gritar con todo mi corazón ¡riega de paz el mundo entero!, ¡que Viva la Madre de Dios! Te miro a los ojos temblando, me contestas sonriendo y cuando te ofrezco mi rezo pareces que estás hablando. Estoy feliz, Madre mía, por esto a ti te cantamos de Los Palacios somos tus hijos, y a la vez somos hermanos. Dame un poquito de voz, no es devoción, sino fe misma la que quiere gritar a los cielos ¡Viva la Reina de las Marismas! No te vayas, Madre mía, pero son muchos rocieros los que te quieren rezar y elevar su oración a los cielos. Como el fuego de la amistad, como las hogueras nostálgicas en Palacio, ahora sí puedo gritar... ¡Que Viva la Hermandad de Los Palacios!

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