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IX Pregón. D. Francisco Sánchez Cabrera de la Aurora


El noveno Pregón rociero estrenó un nuevo escenario. En esta ocasión fueron las instalaciones del Cine Coliseo las que acogieron a los rocieros palaciegos para escuchar y deleitarse con las palabras de D. Francisco Sánchez Cabrera de la Aurora, primer pregonero hijo de la villa de Los Palacios y Villafranca.


Fue en la mañana del 5 de Mayo de 1.985 cuando nuestro querido Paco Cabrera, poeta popular, escritor costumbrista y, sobre todo, hombre de bien, fue presentado con estas palabras por D. Emilio Jiménez Díaz: “ Paco el de la Aurora de sus Palacios, rebosándole siempre en los labios, es sin duda el mejor carretero de este camino que vamos a comenzar en esta mañana de un Domingo de Mayo. ¿Quién mejor que él, tan preñado de amor, podría enamorarnos tanto? ¿Quién lograría vivificarnos hasta el último latido sino él, tan amante y amado de la vida? ¿Quién que no fuese él, embajador de Los Palacios por el mundo, llegaría a hacernos sentir tan palaciegos? ¿Y quién, por último, nos iba a llevar como él, el mejor vasallo de un reino espiritual, al encendido corazón de la Reina de las Marismas?”. Numerosos los elogios hacia la persona de Paco en la presentación de D. Emilio.


Y es que hasta se quedó corto, pues nuestro querido pregonero nos abriría su corazón (qué inmenso era) hasta vaciar de él todo su amor, toda su poesía y todo su sentimiento hacia su Virgen del Rocío. Aquel Pregón, como el pregonero que lo proclamó, será muy difícil de olvidar por todos los rocieros que tuvimos la inmensa suerte de asistir al mismo. Rocieros a los que el pregonero se dirigió con voz quebrada y en clave de bienaventuranzas:


“Bienaventurado tú, rociero pobre de espíritu, porque tuyo será el Reino de los Cielos a través de tu Madre. Bienaventurado tú, rociero manso de corazón, porque eres feliz en la tierra, lanzando al aire la grandeza que recibes de parte de tu Madre. Bienaventurado tú, rociero que lloras, porque tu Madre te consolará. Bienaventurado tú, rociero que tienes sed de justicia, porque tu Madre te la saciará. Bienaventurado tú, rociero misericordioso, porque tu Madre te devolverá con creces misericordia. Bienaventurado tú, rociero limpio de corazón, porque verás a Dios, con el apoyo y sostén de una Madre amorosa. Bienaventurado tú, rociero pacífico, porque eres hijo de Dios y de la Virgen. Bienaventurado tú, rociero caminante que, si eres perseguido, también tienes la suerte de no hacer un camino en solitario, sino en compañía de quien te quiere bien, de quien te precede en cada momento, de una Madre amantísima, en definitiva, que no podría ser otra que MARÍA y, por consiguiente, Nuestra Señora del Rocío”.


Y cómo no, nuestro querido Paco Cabrera (q.e.p.d.) nos ofreció algunas pinceladas del eterno amor que siempre profesó a su pueblo. Nos entusiasmó con un diálogo imaginario, antes de partir hacia la Aldea, entre las Imágenes marianas que ocupaban un lugar destacado en su corazón: “Hola, hermana de las Nieves, Madre y Patrona del pueblo, voy buscando la marisma con afán y con denuedo. Cuando venga de regreso, después de tanto trasiego, te traeré una amapola para adornar tu cabello. Buenos días, Aurorita, saluda a tus marineros, yo voy camino de Almonte con mis buenos rocieros. Al pasar una semana contigo estaré de nuevo y le traeré a tu niño jara, tomillo y romero. Pronto estaré en la dehesa, hasta la vuelta, Remedios, voy contenta, ilusionada, con mi corazón abierto. El día que vuelva a verte traeré un tamborilero para que alegre tu cara con sonidos rocieros”.



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