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XVIII Pregón. Inmaculada Begines Palma


“Al llegar la primavera despierta el campo dormío, y es que por el mes de Mayo, todo se vuelve Rocío”.

Por vez primera, una mujer fue la encargada de pregonar las excelencias de la Blanca Paloma. Con el Teatro Pedro Pérez Fernández como fondo, los rocieros palaciegos nos acercamos a escuchar una hermana rociera, natural de la villa. Fue en la mañana del 24 de Abril de 1.994 cuando la Srta. Inmaculada Begines Palma se dirigía a todos nosotros para mostrarnos su sincero sentimiento hacia la Madre de Dios.


Peregrina con nuestra Hermandad en su caminar hasta la Aldea, cofrade de toda la vida, su Virgen de la Soledad y su Jesús del Gran Poder comparten buena parte de su fe con la Reina Marismeña. Simpática, agradable con todo el mundo, con un arte innato en su persona, esta hermana de nuestra Hermandad del Rocío de Los Palacios llamaba así al tamborilero al paso de la Carreta del Simpecado por el puente del Ajolí:


“Tamborilero, tamborilero, toca una sevillana en el Ajolí, que sólo se escuchen las palmas, la flauta y el tamboril. Que la Virgen desde lejos oiga que ya estamos aquí, que ha llegado Los Palacios al puente del Ajolí”.


La pregonera fue presentada y piropeada por nuestro paisano y rociero D. Luis Miguel Murube Begines, pregonero del año anterior. No sabía por aquel entonces la Srta. Inmaculada que su currículo como pregonera se ampliaría en pocos años, pues deleitaría a todos en el Pregón de Romería de San Isidro Labrador (año 1.996) y con un excelente e inolvidable Pregón de Semana Santa (año 2.002) que quedará recogido para siempre en los anales de la historia cofrade palaciega.

Nuestra querida Inmaculada sorprendió a todos con un pregón muy vivo, muy fresco y lleno de sensaciones personales. Era la primera vez que, desde un punto de vista femenino, oíamos públicamente en nuestro pueblo las vivencias rocieras del camino y los preparativos previos que todo buen rociero habrá de llevar a cabo. Y todo ello narrado con una elegancia difícil de igualar:


“Ya ha llegado la primavera, época del año de mayor vigor, lozanía y hermosura, y ahora es cuando comienza el almanaque del rociero. Los Cultos han finalizado y comienzan los preparativos. Los romeros comienzan a preparar todo lo necesario para emprender ese camino hacia la Aldea de El Rocío. Y por ello, ahora me gustaría resaltar la alegría con la que estas personas, en su tiempo libre, se dedican a formar y construir su hogar andante, transformado en un remolque de hierro, en una casa en la que su techo y sus paredes son sábanas blancas que rodean una pequeña habitación donde hay sitio para las camas, la codina, la comida, los roperos... Ya las tardes cada vez se van haciendo más largas y los rocieros de Los Palacios, al finalizar su trabajo, se disponen a montar sus remolques, colocar los arquillos, poner los toldos para prevenirse de la lluvia, montar la vieja cómoda, amarrar la nevera para que no se caiga... Y muchos de vosotros sabréis que aquel que en el primer año no hizo nada de esto, al siguiente amarró hasta los zapatos. Y también hay que resaltar los quehaceres femeninos y cómo las mujeres dedican las tardes para cortar y coser los trajes rocieros, para probarse y arreglar aquellos que se han quedado chicos, después de las torrijas y los pestiños de Semana Santa”. ¡Y qué bien describió la pregonera cómo el pueblo recibe a su Hermandad rociera a la caída de la tarde de ese miércoles de vuelta! No se olvidó, como no podía ser de otro modo, de dibujarnos con algunas pinceladas de su corazón cofrade la llegada de los rocieros palaciegos a la Capilla de la Aurora:


“Es miércoles por la tarde, ya vienen cantando de vuelta, ya van llegando a la Aurora y la carreta se para en la puerta. Aquí te traemos romero, un romero bendecido, que nació silvestre y solo en medio de los caminos. Solo como tú, Soledad, después de la muerte de tu Hijo, que esta ofrenda sea consuelo de tus lamentos y suspiros. Rocío es el Cielo de tu palio, tú, la Virgen de mi querer, y tu Hijo, el Nazareno, mi Jesús del Gran Poder”.


Que su Virgen de la Soledad, Madre Nuestra del Rocío, ilumine por siempre a nuestra apreciada Inmaculada para que a partir de ahora, que ya no es señorita sino señora, sepa inculcar a su recién nacido todo el valor cristiano, cofrade y rociero que ella atesora.

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